domingo, 24 de abril de 2011

CELEBRACIÓN DE LA SEMANA SANTA

La Semana mayor conmemora de una manera sobria y solemne la Pasión y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Se lee el relato completo de la Pasión. Según el Evangelio de San Juan y los Sinópticos se contempla el misterio de la cruz de Cristo. Siendo Rey se despoja de todo lo que es y se humilla delante de los hombres.

“Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo Sacerdote que ha entrado en el cielo. Él es santo, sin maldad y sin mancha, apartado de los pecadores y fue puesto más alto que el cielo. No es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre, cuando se ofreció a sí mismo en la cruz”. (Ver Hebreos 4: 14, 7: 26-27).

Setecientos años antes de Cristo el profeta Isaías profetizó de Nuestro Señor así:

“Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud. Todos nosotros nos perdimos como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros. Fue maltratado, pero se sometió humildemente, y ni siquiera abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan. Se lo llevaron injustamente, y no hubo quien lo defendiera; nadie se preocupó de su destino. Lo arrancaron de esta tierra, le dieron muerte por los pecados de mi pueblo. Lo enterraron al lado de hombres malvados, lo sepultaron con gente perversa, aunque nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso oprimirlo con el sufrimiento. Y puesto que él se entregó en sacrificio por el pecado, tendrá larga vida y llegará a ver a sus descendientes; por medio de él tendrán éxito los planes del Señor. Después de tanta aflicción verá la luz, y quedará satisfecho al saberlo; el justo siervo del Señor liberará a muchos, pues cargará con la maldad de ellos. Por eso Dios le dará un lugar entre los grandes, y con los poderosos participará del triunfo, porque se entregó a la muerte y fue contado entre los malvados, cuando en realidad cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores” (Isaías 53: 4-12).

La entrada de la Semana Santa se celebra comenzando el domingo de Ramos, terminando el Domingo Pascual según la tradición Judía. Presentamos algunos de los momentos que tuvo el Señor durante esa semana.

Domingo de Ramos:

Entrada de Jesús en Jerusalén y purificación del templo.

Jesús entra en Jerusalén montado en un Burrito. “Tanto la gente que iban delante como los que iban detrás, gritaban: ¡Hosana al Hijo del rey David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!” “Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el profeta, quinientos años antes, cuando escribió: “¡Alégrate mucho, ciudad de Sión! ¡Canta de alegría, ciudad de Jerusalén! Tu rey viene a ti, justo y victorioso, pero humilde, montado en un burro, en un burrito, cría de una burra” (Mateo 21:9; Zacarías 9:9).

Después de esto, “Jesús entró en el templo y echó de allí a todos los que estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero a la gente, y los puestos de los que vendían palomas; y les dijo: En las Escrituras se dice: 'Mi casa será declarada casa de oración', pero ustedes han Hecho de ella una cueva de ladrones. Se acercaron a Jesús en el templo los ciegos y los cojos, y él los sanó” (Mateo 21:12-14). Todos los días Jesús enseñaba en el Templo.

Lunes Santo:

Jesús regresa al Templo para enseñar y sanar a los enfermos.

Martes Santo:

“Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua, cuando se come el pan sin levadura. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban la manera de arrestar a Jesús por medio de algún engaño, y matarlo. Pues algunos decían: --No durante la fiesta, para que la gente no se alborote” (Marcos 14: 1-2).

“Después de Jesús abandonar el Templo, se fue a Betania, a casa de Simón. Mientras estaba sentado a la mesa, una mujer derramó un perfume de nardo puro y de mucho valor ungiéndolo sobre su cabeza y por todo su cuerpo. Algunos de los presentes se enojaron de antemano y la criticaron. El Señor los amonesta y les dice: Esta mujer ha hecho una obra buena conmigo: ha perfumado mi cuerpo de antemano para mi entierro” (ver Marcos 14: 3-9), refiriéndose a su muerte y pasión.

Miércoles Santo:

Jesús regresa al Templo para enseñar.

Jueves Santo:

“El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: --¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? Él les contestó: --Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: 'El Maestro dice: Mi hora está cerca, y voy a tu casa a celebrar la Pascua con mis discípulos. Los discípulos hicieron como Jesús les había mandado, y prepararon la cena de Pascua. Cuando llegó la noche, Jesús estaba a la mesa con los doce discípulos” (Mateo 26:17-20).

Jesús establece el lavatorio de pies y la Santa Cena : “Jesús se levantó de la mesa, se quitó la capa y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura. Cuando iba a lavarle los pies a Simón Pedro, este le dijo: Señor, ¿tú me vas a lavar los pies a mí? Jesús le contestó: Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero después lo entenderás. Pedro le dijo: ¡Jamás permitiré que me laves los pies! Respondió Jesús: Si no te los lavo, no podrás ser de los míos. Simón Pedro le dijo: Entonces, Señor, no me laves solamente los pies, sino también las manos y la cabeza! Pero Jesús le contestó: El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está todo limpio. Y ustedes están limpios…. Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la capa, se sentó otra vez a la mesa y les dijo: ¿Entienden ustedes lo que les he hecho? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho. Les aseguro que ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo envía. Si entienden estas cosas y las ponen en práctica, serán dichosos” (Juan 13: .4-17).

También les dijo: --Les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar. Ellos se pusieron muy tristes, y comenzaron a preguntarle uno tras otro: --Señor, ¿acaso seré yo? Jesús les contestó: --Uno que moja el pan en el mismo plato que yo, va a traicionarme. El Hijo del hombre ha de recorrer el camino que dicen las Escrituras; pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Hubiera sido mejor para él no haber nacido. Entonces Judas, el que lo estaba traicionando, le preguntó: --Maestro, ¿acaso seré yo? --Tú lo has dicho --contestó Jesús (Mateo 26: 21-25).

“Mientras comían, Jesús tomó en sus manos el pan y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: Tomen y coman, esto es mi cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos, diciendo: Beban todos ustedes de esta copa, porque esto es mi sangre, con la que se confirma la alianza, sangre que es derramada en favor de muchos para perdón de sus pecados. Pero les digo que no volveré a beber de este producto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mateo 26:26-29).

Viernes Santo:

Jesús es apresado martirizado y muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna.

Después de haber cenado y cantar los salmos, se fueron al Monte de los Olivos. Jesús les dijo: --Todos ustedes van a perder su fe en mí. Así lo dicen las Escrituras: 'Mataré al pastor, y las ovejas se dispersarán. Pero cuando yo resucite, los volveré a reunir en Galilea. Pedro le dijo: --Aunque todos pierdan su fe, yo no. Jesús le contestó: --Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces. Pero él insistía: --Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos decían lo mismo (Marcos 14: 26-31).

Todavía estaba hablando Jesús, cuando Judas, uno de los doce discípulos, llegó acompañado de mucha gente armada con espadas y con palos. Iban de parte de los jefes de los sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Judas, el traidor, les había dado una contraseña, diciéndoles: "Al que yo bese, ese es; arréstenlo." Así que, acercándose a Jesús, dijo: --¡Buenas noches, Maestro! Y lo besó. Jesús le contestó: --Amigo, adelante con tus planes. Entonces la cohorte romana, el comandante y los alguaciles de los judíos prendieron a Jesús y le ataron”. Llevaron entonces a Jesús ante el sumo sacerdote, y se juntaron todos los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de la ley. Pedro lo siguió de lejos hasta dentro del patio de la casa del sumo sacerdote, y se quedó sentado con los guardianes del templo, calentándose junto al fuego.

Los jefes de los sacerdotes y toda la Junta Suprema buscaban alguna prueba para condenar a muerte a Jesús; pero no la encontraban. Porque aunque muchos presentaban falsos testimonios contra él, se contradecían unos a otros. Algunos se levantaron y lo acusaron falsamente.

Pedro estaba abajo, en el patio. En esto llegó una de las sirvientas del sumo sacerdote; y al ver a Pedro, que se estaba calentando junto al fuego, se quedó mirándolo y le dijo: --Tú también andabas con Jesús, el de Nazaret. Pedro lo negó, diciendo: --No lo conozco, ni sé de qué estás hablando. Y salió fuera, a la entrada. Entonces cantó un gallo. La sirvienta vio otra vez a Pedro y comenzó a decir a los demás: --Este es uno de ellos. Pero él volvió a negarlo. Poco después, los que estaban allí dijeron de nuevo a Pedro: --Seguro que tú eres uno de ellos, pues también eres de Galilea. Entonces Pedro comenzó a jurar y perjurar, diciendo: --¡No conozco a ese hombre de quien ustedes están hablando! En aquel mismo momento cantó el gallo por segunda vez, y Pedro se acordó de que Jesús le había dicho: 'Antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces.' Y se echó a llorar (Marcos 14: 53-57, 66-71).

“Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Le llevaron y le entregaron a Pilato, el gobernador” (Juan 18: 1-14; Hechos 13: 28; Mateo 26: 47-50; 27:1-2).

"Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: --Ustedes me trajeron a este hombre, diciendo que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no lo he encontrado culpable de ninguna de las faltas de que lo acusan. Ni tampoco Herodes, puesto que nos lo ha devuelto. Ya ven, no ha hecho nada que merezca la pena de muerte. Lo voy a castigar y después lo dejaré libre. Pero todos juntos comenzaron a gritar: --¡Fuera con ese! ¡Déjanos libre a Barrabás! A este Barrabás lo habían metido en la cárcel por una rebelión ocurrida en la ciudad, y por un asesinato. Pilato, que quería dejar libre a Jesús, les habló dos veces más; pero ellos gritaron más alto: --¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!" (Lucas 23: 13-21)

“Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado "Lugar de la Calavera" (que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo crucificaron”.. “Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. Y pusieron un letrero en el que estaba escrita la causa de su condena: "El Rey de los judíos." Con él crucificaron también a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda” (Juan 19: 17-18; Marcos 15: 25-27).

“Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Jesús gritó con fuerza y dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió” (Lucas 23: 44-48).

Sábado Santo:

Jesús es sepultado: “Como ese era día de preparación, es decir, víspera del sábado, ya era tarde y anochecía. José, natural de Arimatea se dirigió con decisión a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús”. “Tomó el cuerpo, compro una sábana de lino limpia lo envolvió y lo puso en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que había hecho cavar en la roca. También Nicodemo, el que una noche fue a hablar con Jesús, llegó con unos treinta kilos de un perfume, mezcla de mirra y áloe. José y Nicodemo tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas empapadas en aquel perfume, según la costumbre que siguen los judíos para enterrar a los muertos. Después de tapar la entrada del sepulcro con una gran piedra, se fueron” (Marcos 15:42-43, Mateo 27: 59-60).

Domingo de Pascua:

Resurrección de Jesucristo, aparición a María y sus discípulos y ascensión a los cielos.

“Pasado el sábado, cuando al anochecer comenzaba el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro De pronto hubo un fuerte temblor de tierra, porque un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, quitó la piedra que lo tapaba y se sentó sobre ella. El ángel brillaba como un relámpago, y su ropa era blanca como la nieve. Al verlo, los soldados temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: No tengan miedo. Yo sé que están buscando a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, sino que ha resucitado, como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron. Vayan pronto y digan a los discípulos: 'Ha resucitado, y va a Galilea para reunirlos de nuevo; allí lo verán.' Esto es lo que yo tenía que decirles. En eso, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas se acercaron a Jesús y lo adoraron, abrazándole los pies, y él les dijo: No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y que allá me verán” (Mateo 28:1-10).

“Más tarde, Jesús se apareció a los once discípulos, mientras ellos estaban sentados a la mesa. Los reprendió por su falta de fe y su terquedad, ya que no creyeron a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: "Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes; y si beben algo venenoso, no les hará daño; además pondrán las manos sobre los enfermos, y estos sanarán” (Marcos 16: 14-18)."

“Y Jesús les dijo: Está escrito que el Mesías tenía que morir, y resucitar al tercer día y que en su nombre se anunciará a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Comenzando desde Jerusalén, ustedes deben dar testimonio de estas cosas. Y yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Pero ustedes quédense aquí, en la ciudad de Jerusalén, hasta que reciban el poder que viene del cielo. Luego Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta Betania, y alzando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se apartó de ellos y fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos, después de adorarlo, volvieron a Jerusalén muy contentos. Y salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas. Estaban siempre en el templo, alabando a Dios” (Lucas 24: 48-63; Marcos 16: 19-20).

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REFORMA Y CONTRAREFORMA DEL PUEBLO CRISTIANO: En el siglo XVI (1517) surgió la Reforma Protestante, un movimiento religioso de tendencia renovadora que hizo su aparición en la Europa Occidental. Varios religiosos, pensadores y políticos intentaron provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y costumbres de la Iglesia Cristiana Occidental (Católica Romana). Se origina en la ruptura con el Papa por parte de Martín Lutero monje católico, Enrique VIII rey de Inglaterra, Juan Calvino teólogo reformador francés y Stork y Munzer, sacerdotes suizos. Esto originó el rompimiento de la unidad cristiana y la consiguiente formación de otras Iglesias, llamadas Iglesias Protestantes, independientes de la autoridad papal. El protestantismo asumió cuatro formas: la luterana, la anglicana (episcopales), la reformadora (presbiteriana) y la anabaptista (menonita). Ya para el siglo XI la Iglesia cristiana se había dividido por primera vez en el llamado "Cisma de Oriente y Occidente" formándose la Iglesia Católica Ortodoxa y la Iglesia Católica Romana respectivamente. En el siglo XVII surgio el llamado movimiento bautista, en el siglo XVIII, el movimiento metodista y wesleyano, en el siglo XIX los Discípulos de Cristo y en el siglo XX el movimiento pentecostal y evangélico. Estos movimientos han desarrollado un alcance mundial. En el siglo XX se crea también el Consejo Misionero Internacional fomentándose el movimiento ecuménico. Esto marca un hito importante en la historia del reencuentro entre las iglesias cristianas (Católicas, Protestantes y Evangélicas), propiciando desde plataformas diferentes el respeto mutuo y la búsqueda de los espacios comunes hoy en día.
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