sábado, 4 de junio de 2011

EL INMENSO AMOR DE DIOS (REFLEXIÓN)

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. – Juan 3: 16 (RVR)


Cuando respondí al llamado de Dios las experiencias que sucedieron me parecieron maravillosas. Recuerdo haberle orado por un problema que tenía. En medio del mismo recibí su consejo, su ayuda. El Señor habló a mi vida, cerró puertas para que no tomara por el camino equivocado. Recuerdo que en medio del mismo me hizo sentir su presencia y tomándome de la mano me llevó a otra dimensión donde todo era placentero. El Espíritu Santo me convenció sobre el camino correcto, a pesar de que mis deseos eran contrarios a su consejo.

Todo me parecía maravilloso, pero el temor de perder todo aquello me invadió. Entonces le dije: “Señor aunque todo ha sido maravilloso, temo alejarme de tus caminos, por favor dame experiencias que aumenten mi fe”. Dios no se hizo esperar. El conoce mi mente y mi corazón. A partir de ese momento y durante dos semanas comencé a tener diferentes sueños, unos que me advertían sobre experiencias positivas, otros que me alertaban sobre algún acontecimiento negativo. Entonces cada uno de esos sueños comenzó a suceder. Cada vez que un sueño negativo sucedía recuerdo haber orado. Ello impedía que el acontecimiento negativo del mismo ocurriera o si ocurría, Dios se glorificaba interviniendo positivamente en la situación. Recuerdo que uno de los sueños fue que mi carro se incendiaba. Inmediatamente comencé a estar alerta ante cualquier falla mecánica del mismo. Un día cuando me acerque al carro comencé a sentir un fuerte olor a gasolina. Inmediatamente acudí a mi mecánico quien me certificó que tenía un escape en el tanque de la gasolina el cual fue corregido rápidamente. Recuerdo haber tenido otro sueño en donde mi hija se ahogaba en una piscina. Pasó un tiempo y cuando ya no recordaba el sueño ella me relata que mientras nadaba sola en la piscina, recibió un golpe en la cabeza y se sintió aturdida. Cuando ya pensaba que iba a ahogarse sintió que alguien la sacaba de las aguas hacia la superficie. Gracias a estas experiencias que el Señor hizo posible y a su inmenso amor he podido permanecer fielmente en sus caminos.

Si confiamos en el amor infinito de Dios, en que él nos dio a su hijo como la muestra más poderosa de ese amor, entonces tendremos una vida abundante, llena de su cuidado y favor.

Oración: Amado Dios, gracias por tu inmenso amor, por el don de la salvación, que fue posible por el sacrificio de tu hijo. Te pido que otros puedan escuchar tu llamado a la salvación. Hazme un instrumento tuyo para que otros vengan a tus caminos.


Por: Madeleine Ruíz

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REFORMA Y CONTRAREFORMA DEL PUEBLO CRISTIANO: En el siglo XVI (1517) surgió la Reforma Protestante, un movimiento religioso de tendencia renovadora que hizo su aparición en la Europa Occidental. Varios religiosos, pensadores y políticos intentaron provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y costumbres de la Iglesia Cristiana Occidental (Católica Romana). Se origina en la ruptura con el Papa por parte de Martín Lutero monje católico, Enrique VIII rey de Inglaterra, Juan Calvino teólogo reformador francés y Stork y Munzer, sacerdotes suizos. Esto originó el rompimiento de la unidad cristiana y la consiguiente formación de otras Iglesias, llamadas Iglesias Protestantes, independientes de la autoridad papal. El protestantismo asumió cuatro formas: la luterana, la anglicana (episcopales), la reformadora (presbiteriana) y la anabaptista (menonita). Ya para el siglo XI la Iglesia cristiana se había dividido por primera vez en el llamado "Cisma de Oriente y Occidente" formándose la Iglesia Católica Ortodoxa y la Iglesia Católica Romana respectivamente. En el siglo XVII surgio el llamado movimiento bautista, en el siglo XVIII, el movimiento metodista y wesleyano, en el siglo XIX los Discípulos de Cristo y en el siglo XX el movimiento pentecostal y evangélico. Estos movimientos han desarrollado un alcance mundial. En el siglo XX se crea también el Consejo Misionero Internacional fomentándose el movimiento ecuménico. Esto marca un hito importante en la historia del reencuentro entre las iglesias cristianas (Católicas, Protestantes y Evangélicas), propiciando desde plataformas diferentes el respeto mutuo y la búsqueda de los espacios comunes hoy en día.
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